Jugando a vivir

1/16/2006

Sermoneando

Imaginen esta postal: 12:50 del día, la misa en su apogeo (sermón dominical), un joven y a todas luces inexperto padre, un señor a tres filas de mi observando lascivamente a una joven que no era precisamente su esposa, niños gritando, corriendo, en fin, lo de siempre. Quiero suponer que el padre quiso ser original, romper el esquema; en algo que pareció un impulso, bajó del altar y caminó entre la gente mientras continuaba con el sermón, su osadía no tuvo mayor impacto, parecía que tendría que continuar arando en el mar. Entonces, recurrió a algo que bien puede ser un recurso, aunque a mi parecer fue algo que no planeó: al llegar a una de las referencias a una de las lecturas, levantó la voz y dijo: "¡no fornicarás!, no usaras el cuerpo para los placeres de los sentidos", la gente inmediatamente prestó atención, es decir, prestamos. Y no porque a uno u otro le quedara el saco, sino porque lo habitual es que los sacerdotes eviten temas que puedan hacer sentir incómoda a la concurrencia. A más de una señora le noté la intención de taparle los oídos a alguno de sus hijos. En fin, una vez que se sintió la mirada y la atención de las personas puestas en él, entró en pánico. Y puedo decirlo porque no estaba muy lejos de mi lugar, esbozó una disimulada sonrisa y perdió completamente el hilo del sermón. No supo como sustentar la idea, terminó hablando de respeto, de si un novio debe respetar el cuerpo de una mujer y otras cosas que no venían mucho al caso. En resumen: ¡bravo por el padrecito!, ojala y no olvide sus nobles intenciones cuando se de cuenta de que las personas en general no valoran las palabras de alguien que los confronta consigo mismos.