Jugando a vivir

7/04/2006

Caminos de tierra

La semana pasada estuvo muy ajetreada, la actividad rupestre cesó por el momento y era hora de tomar un descanso. Agarramos nuestros morrales, los llenamos de triques y nos montamos en el coche para salir rumbo a la costa, tenía un buen tiempo que no veía a mis padres así que decidimos caerles el fin de semana.
Llegamos a eso de las 10 de la noche a Martínez de la Torre y el recibimiento fue más que efusivo, tanto de mis padres como de “Rocky” y “Domingo” (los perros de la casa).
Al llegar nos topamos con la noticia de que habría fiesta al día siguiente. Sería en un rancho al que mi papá se refirió como “un rancho que está por Santa Cruz, cerca de Misantla”. No indagamos más al respecto y asumimos que estaba cerca de algo.
Al otro día nos dimos cuenta que el rancho no tenia nada de “santo” y mucho menos de “cerca”. En realidad el pueblo de llama Morelos y para llegar a él hay que recorrer 40 minutos sobre la carretera a Xalapa para después entrarle a un camino de tierra otra media hora a “vuelta de rueda”, se cruzan pueblos, potreros, dos ríos, en el camino se pueden observar parcelas de cultivo, caballos y hasta vacas en tránsito. Finalmente llegas a donde da vuelta el aire y ahí es Morelos.
Resulta que el hermano de un compadre de mi papá se ordenó sacerdote y el motivo de la fiesta era que oficiaría su primera misa en el pueblo que lo vio nacer. Por eso no nos extrañó que al llegar al pueblo toda la gente se encontrara reunida en la entrada, extendiendo una cuerda que bloqueaba el camino y que tenía un trapo rojo amarrado en el centro; yo pensé: “¿será que llega un sacerdote o estarán esperando al ganador de alguna carrera?”.
Para quienes no conocen de cerca las costumbres de las zonas rurales de este país, déjenme contarles que el surgimiento de un sacerdote de una comunidad rural es uno de los más grandes motivos de fiesta y felicidad para ellos. Dicho lo anterior no nos resultó raro encontrar a la clásica banda de tambora y platillos, sin olvidar al señor que utiliza las trancas de los potreros para colocar los “cuetes”, en espera de la llegada del “padrecito”.
Bueno, no fue nuevo para mí, pero Gwendy observaba con la incredulidad de quien ve una de esas películas de Pedro Infante hechas realidad.
El susodicho no se hizo esperar mucho tiempo y por fin llegó, se apeó del coche en el que lo habían traído y recibió sendos abrazos y felicitaciones de quienes supongo eran las autoridades del pueblo, la banda se arrancó con su mejor tonada de “tachun-tachun” y los “cuetes” comenzaron a tronar al tiempo que la gente le abría paso y lo seguía hasta la iglesia del pueblo.
Al ver aquel pueblo uno podría haber esperado una iglesia chiquita y modesta pero para mi sorpresa resultó ser bastante grande y bien equipada, creo que la gente de los rancho no escatima un solo peso a la hora de levantar sus iglesias.
Al terminar la misa vino el jolgorio y la comida comenzó a fluir por montones, no nos quedamos mucho tiempo ya que queríamos pasar a visitar a mi abuelita, a quien le dio mucho gusto la sorpresa de nuestra llegada, por eso siempre que voy trato de ir a verla, le tengo un enorme cariño.
En resumen un día entretenido que me hizo recordar muchas de las cosas buenas que tiene la gente del rancho. En cuanto al nuevo sacerdote no dudo de su vocación ya que fueron diez años de preparación, solo espero que pueda resistirse a la tentación de caer en el típico sermón sin sentido y conserve la frescura que dejó ver el sábado frente a su gente. En los ojos de mi padre vi la emoción de regresar al medio en el que nació y creció, lo vi contento y eso nos hizo el día a todos.

1 Comments:

  • Nuevamente una linda y descriptiva narración. Me gustó la expresión "donde da vuelta el aire", como para cuando se dan direcciones: Sigue derecho, 2 cuadras hacia adelante pasando el OXXO, pasas el tope y ahi, donde da vuelta el aire, dobla a la derecha, avanza una cuadra y encuentras mi casa.

    By Blogger Senda 18, at 12:06 a.m.  

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