Jugando a vivir

5/18/2006

Fóbico

Escribo estas líneas con un leve dolor que apenas me permite sentarme. Mi brazo también está herido y mi dedo índice todavía tiene algunos rastros de sangre. Y es que justamente hace unas horas fui presa de un ataque inesperado. No pude hacer nada al respecto. Y pensar que ingenuamente llegué a buscarlo por mi propio pie sin sospechar lo que me esperaba.
Hoy por la mañana me levanté muy temprano, casi de madrugada, me bañé y me vestí como es habitual. Tenía clara en mi mente la cita hecha con anterioridad, no debía postergar más esta situación así que no hubo lugar para el arrepentimiento. Tomé valor y me dispuse a recorrer el trayecto de diez minutos desde mi casa hasta el lugar pactado. Caminé sin saber que con cada minuto transcurrido me acercaba más al calvario que el destino me tenía preparado.
Pasadas las ocho llegué al edificio, no era tan alto como lo recordaba. Los escalones de la entrada conservaban su aspecto descuidado y apenas un minúsculo espacio para apoyar el pie. Las paredes reflejaban fielmente el paso de los años y los techos mostraban figuras multicolores que parecían observar de reojo el paso de la gente.
Sin pensarlo, me dispuse a entrar. Inmediatamente fui recibido con un fétido olor que provenía de todas partes y que inundaba hasta el último rincón del edificio. Mis nervios se crisparon, como si mi cuerpo advirtiera por instinto el peligro inminente, como deseo ahora haber hecho caso a los instintos. Llegué hasta una puerta color verde, en el centro de ella había un letrero que la marcaba con el número tres. Me detuve por un segundo. Si había un último momento para arrepentirse, era aquel instante. Decidí no hacerlo y continuar.
Me acerqué y cuando estaba a punto de llamar a la puerta, una mujer la abrió de golpe. Me miró con aire indiferente, como si pudiera ver a través de mi, como si no viera nada, sin decir una palabra se hizo a un lado haciéndome una seña para que pasara. Ya en el interior, me señaló una vieja silla roída hasta las costuras. Con mucho cuidado me senté en ella, esperando no terminar con lo que obviamente eran ya muchos años de vida útil.
La mujer se presentó con el nombre de Antonia. Acto seguido le di el tarjetón gris que me habían dado la primera vez que fui. Ella tomo asiento mientras escudriñaba cuidadosamente el documento.
- Mmmhhh, ¿es la primera vez que viene? - masculló.
- Así es, verá usted, me enviaron para ...
- Si, ya se - interrumpió sin quitar la vista de mi tarjeta.
Fue en ese momento cuando la plática pareció teñirse de un color más amable.
- ¡Felicidades joven!, que bueno que venga a medicina preventiva cuando aún no tiene ningún problema, normalmente la gente solo viene cuando ya están muy enfermos - comentó en un tono de honesto beneplácito.
- Vamos bien - Pensé
Enseguida comenzó con una retahila de preguntas a las cuales apenas atinaba a contestar.
¿Qué come?, ¿cómo lo hace?, ¿se lava los dientes?, ¿cuántas veces?, ¿parientes diabéticos?, etc, etc, etc.
- Su salud está muy bien joven - dijo mientras esbozaba una leve sonrisa.
- Solo tenemos que eliminar unos kilitos de más, aplicar sus vacunas pendientes y con suerte no tendrá que pisar este edificio en muchos años.
En ese momento mi corazón se detuvo por un instante - ¿Dijo vacunas?
- Si, tiene varias vacunas pendientes - se apresuró a contestar.
- Pero, yo, este, bueno, siempre me mantuve al corriente con eso, no creo que sea necesario
El sudor frío se hizo presente y mis rodillas sonaban como matraca en fiesta de pueblo.
Y es que por alguna extraña razón le tengo pánico a las agujas, si, lo admito, no es por el dolor ya que éste es mínimo, pero me pongo nervioso, tieso, y experimento unas enormes ganas de salir corriendo.
- ¿Qué tan malo puede ser? - pensé - ¡vamos Sergio, no seas cobarde!
- Descubra su brazo por favor - dijo con amabilidad.
- Uf, que alivio, es en el brazo - pensé, al tiempo que el alma regresaba a mi cuerpo.
No bien había levantado mi playera cuando ya tenía la aguja dentro. No pide decir ni PIO.
- Muy bien joven, ahora bájese el pantalón - dijo sin más consideraciones.
- ¿Eh?
- Que se baje el pantalón - dijo esta vez con más firmeza.
- ¿Así nada más sin siquiera tomar una copita, un cafecito, ni una palabrita de cariño? - pensé
No me quedó más remedio, me aproximé a la camilla ya casi sin oxígeno, hacía como dos minutos que aguantaba la respiración.
Cuando estaba a punto de subirme las cosas se pusieron peor.
- No joven, no es necesario, solo quédese quietecito.
Apenas iba a voltear para protestar cuando sentí el piquete.
Me quedé con el "¿no duele más parado?" en la boca.
Debo reconocer la pericia y sobre todo la puntería de Antonia pero ¡no hay derecho!, no me dejaba ni ponerme nervioso cuando ya me había ensartado.
Comencé a buscar salidas de emergencia, una ventana, un ducto de lavandería, cualquier cosa que me salvara en caso de que la tal Antonia me saliera con que se iba a poner el guante blanco de la muerte.
No había salida de emergencia, estábamos en segundo piso y la única puerta que había estaba cubierta por ella, ¿será que reciben entrenamiento táctico al respecto? Tacleo de pacientes I, Trayectorias de escape II.
Afortunadamente recordé que las revisiones de la próstata se hacen luego de los 40, que alivio.
Apenas me había subido los pantalones cuando Antonia se acercó nuevamente.
Yo ya estaba más que ciscado y me temblaba un ojo, así que solo atiné a dar un paso hacia atrás.
- Permítame su dedo índice - dijo sosteniendo una "maquinita" en la mano.
- Va a sentir un piquetito - advirtió.
- ¿Otro? - No había terminado de pensar la "o" de "¿otro?" cuando mi dedo ya había sido ultrajado por una minúscula aguja.
- Su nivel de glucosa está bien, veamos su presión - apuró a decir.
- No se preocupe si la encuentra baja - le dije tratando de distraerla para salir corriendo. No lo logré.
- ¿Apoco le tienes miedo a las agujas?, tan grandote -
- Sí, dígalo, tan grandote y tan chillón-
- No te preocupes - dijo a punto de carcajearse - la próxima te toca hasta dentro de 15 días.
- ¡Hombre!, eso me tranquiliza - dije con sarcasmo.

En resumen, me dio pastillas para limpiar la dentadura, tres piquetes en un minuto (tomé el tiempo), me dijo que mi alimentación es buena, me pesó, me midió, me tomó le presión e hizo un diagnóstico de salud que resulto: "muy bueno" lo cual está justo antes del mejor que es "excelente". Finalmente me mandó a hacer unos análisis de sangre por lo que tendré que recibir un piquete más mañana, a ver si así dejo atrás mi fobia.
Me pondrán la vacuna contra la influenza, hepatitis, sarampión y no se que otras más.
Tengo que decir que este programa de prevenimss es una maravilla, la atención es muy buena aunque no te consienten mucho, desafortunadamente Antonia me comentó que la gente no lo aprovecha. Hay que ver la de cosas que tienen que pasar para que el imss tome alguna iniciativa y ahora que lo hace a la gente como que le ha valido. Es una pena.

Fin