Jugando a vivir

9/15/2006

Convicciones

Fin de semana, sábado por la tarde, lluvia ligera, nada que amerite salir a la calle, una flojera de campeonato… solución: tomar el proyector que por casualidades del destino estaba en casa y ver una película. La elección no fue muy difícil, después de pensarlo unos cuantos segundos tome “Diarios de motocicleta”, basada en el libro “Notas de viaje” y me dispuse a verla por segunda vez. Soy de los que les gusta ver nuevamente una película que anteriormente me ha gustado mucho. Esta en especial me causa una gran sensación de nostalgia, no se porqué, pero el personaje que le da vida a un Ernesto Guevara en su juventud, me recuerda los muchos ideales que nos creamos en la mente de vez en cuando, aunque en ocasiones, sea el tiempo quien silenciosamente se las va llevando a nuestras espaldas. Esas firmes convicciones que pocas veces resultan prácticas, que son casi imposibles de seguir, pero que son valores tan profundamente humanos que resulta difícil no dejarse seducir por ellos.
En cuanto a la película extrañamente me gusta más la actuación de Rodrigo de la Serna que la de Gael, aunque me parece bastante buena. La película es guiada por una narración que me resulta agradable por romántica, refleja fielmente una violenta realidad que podemos encontrar reflejada en cualquier ciudad de México sin la necesidad de recorrer medio continente, en ocasiones basta con caminar algunas calles.
Tengo que decir también, que hubo cosas que no me gustaron, por ejemplo no me gusta el tinte heroico que se imprime con el cruce del río a media noche, por un momento me sentí en un filme gringo.
Muchas personas me han preguntado el motivo de mi fascinación por la vida de Ernesto Guevara, algunos creen que me resulta algo así como un héroe, pero nada está más alejado de la realidad. Existen tantos adjetivos atribuibles al buen Ernesto que resulta una labor infructuosa tratar de hacer un juicio de valor al respecto de su proceder: idealista, asesino, tirano, revolucionario, traidor, amigo y muchos otros no menos divergentes. Largas horas de charla se han gastado discutiendo si merece una corona de espinas o de rosas, cuando en realidad no es más que un simple mortal erigido como personaje de la humanidad, y por ese solo hecho no puede ser completamente bueno ni malo.
Lo que me resulta un poderoso y fascinante imán es la inquebrantable convicción de unos pocos seres humanos como él, que asumen un ideal y son capaces de llevar su convicción hasta las consecuencias que sean necesarias. Incluso a costa de la propia vida, incluso ante el peligro de corromperse a si mismo como le sucedió a Guevara.
Glorificar la vida de un hombre es una fuerte contradicción, pero reconocer el valor y la fuerza necesarios para utilizar la propia vida en pro de una idea es algo que la historia debería hacer más a menudo.
Tener valores y convicciones sobre la el actuar individual es una cosa, pero influir en el sentido de nuestro pensar sobre la humanidad es un gesto que requiere el abandono de la comodidad, para enfrascarse en una lucha que no ofrece garantías. Ante esta situación la mayoría decide seguir impactando sobre un espectro reducido al ámbito familiar y de las amistades, lo cual es loable por supuesto, pero sigue siendo una cruzada de menor envergadura.
Esa es la razón por la que personajes como Ernesto tienen mi completa admiración, no porque hayan sido héroes o villanos, buenos o malos, sino por la asombrosa convicción que los llevó a perseguir un ideal sin la certeza de un día poder alcanzarlo, pero con la certidumbre de que eso les costaría la propia vida. No por encontrar en el camino a la muerte, sino porque un camino monumentalmente difícil, frecuentemente hace perder la razón a los viajeros.

1 Comments:

  • La fuerza de las convicciones y sostenerlas es admirable, no doblegarse aun sabiendo que se tiene todo en contra. Sin embargo, ¿hasta qué punto el sostener una convicción deja de ser eso y pasa a ser una necedad? ¿el modificar las ideas a lo largo del camino implica ser débil? El riesgo creo que es nublar la vista y enfilarse con tal fuerza que se pierda el rumbo.

    By Anonymous Anónimo, at 10:09 a.m.  

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