Jugando a vivir

9/29/2006

Extrañas sensaciones

Seguramente todos hemos experimentado alguna vez esa extraña sensación de que algo o alguien esta siguiéndonos, esa incomodidad que no termina de hacerse manifiesta pero que permanece de cualquier modo. ¿No?, bueno, pues a riesgo de parecer un destornillado déjenme decirles que el domingo pasado algo muy extraño rondaba cerca de nosotros.
Nos fuimos desde el sábado con motivo de la despedida de Omar y Rocío, el próximo mes parten hacia el otro lado del charco, ella estudiará su doctorado en el sur de Inglaterra, todos les deseamos de corazón que les vaya muy bien, estoy seguro que será una experiencia magnífica.
La noche del sábado transcurrió sin desavenencias, el aire se respiraba nostálgico y todo fluyó entre risas y sarcasmos. Nosotros nos quedamos en casa de Karla y Juan quienes amablemente cedieron parte de su espacio para que descansáramos. Ya entrada la tarde del domingo decidimos que era hora de regresar a la ciudad de la no tan eterna primavera ya que últimamente el clima ha estado enloquecido.
Nos trepamos en el coche, cristales arriba, seguros abajo y cinturones alrededor del cuerpo, todo sea en gracia de nuestra seguridad.
El viaje que siguió fue de lo más extraño que me ha tocado vivir. No bien habíamos salido de la colonia de Karla y Juan cuando un loco en una destartalada camioneta blanca nos rebasa pasando muy cerca y casi le pega a un coche rojo delante de nosotros, yo apreté los dientes, el conductor de la camioneta siguió sin aminorar la velocidad y metros más adelante derrapó en un cerro de tierra que por poco lo hace perder el control. Una patrulla lo ve y le da alcance para pedirle que se detenga, ambos autos de desvían por una lateral dejándonos con el corazón acelerado y los ojos bien abiertos. Ya no vimos en qué terminó el asunto.
Tomamos el periférico y nos subimos a la autopista, todo perfecto, camino despejado, carretera siglo XXI, vuelta hacia Cuautla, en fin, lo de siempre.
Faltaban poco kilómetros para llegar a Cuautla cuando repentinamente los autos delante de nosotros se detienen bruscamente, hubo quemones de llantas, por fortuna yo conservaba mi distancia en ese momento. Metros más adelante podía verse un taxi hecho pedacitos y un camión mediano volteado sobre su costado a la orilla de la carretera, al siguiente instante comenzaron a salir del camión volteado sus ocupantes todavía desconcertados por el impacto. El tráfico comenzó a avanzar y justo cuando pasábamos el conductor del taxi estaba a punto de ser linchado por los que recién se habían bajado del camión, al parecer la culpa fue del taxista. Con los nervios de punta por tanta tensión seguimos nuestro camino, a esas alturas ya literalmente con el trasero en conserva.
Antes de llegar al cañón de los lobos opté por rebasar a un camión que venía a baja velocidad, es una carretera con dos carriles para cada sentido, así que el rebase por la izquierda debía ser cosa de rutina. Así habría sido, de no ser porque al conductor del camión se le ocurrió “abrirse” hacia su izquierda sin fijarse. La consecuencia fue un tremendo susto, Gwendy brincó, yo frené y luego de sentir que ya la habría librado descargué un poco de tensión con el claxon.
Cruzamos cañón de los lobos sin problemas, tomamos el atajo por Jiutepec o Juitepec, como se llame, y salimos detrás de Lomas de Cuernavaca, de repente, un coche blanco más viejo que yo sale de una calle y de no ser porque nuevamente usé el claxon nos habría pegado. Bueno, pensé, ya estamos a punto de llegar.
Pues justo media cuadra antes del Tec rebaso a un coche destartalado y en el momento preciso en que comenzaba a sentirme ya dentro de la cochera escuchamos un ruido seco, disminuí la velocidad y al voltear hacia atrás: era el coche que acababa de rebasar subido en la banqueta.
Con tanto susto llegamos más cansados que de costumbre, un poco desvelados también por la fiesta, pero al día siguiente aún cargaba con el peso de tanta tensión, era una sensación extraña, todo pasó en el camino, fue como ver expuesta la fragilidad que implica el viajar en carretera. No me gustó la sensación, fue como palpar el riesgo que siempre consideras que está implícito pero que rara vez lo ves expuesto ante los ojos. Trataré de no pensar mucho en eso cuando viaje, por eso la gente se vuelve obsesiva.

9/15/2006

Convicciones

Fin de semana, sábado por la tarde, lluvia ligera, nada que amerite salir a la calle, una flojera de campeonato… solución: tomar el proyector que por casualidades del destino estaba en casa y ver una película. La elección no fue muy difícil, después de pensarlo unos cuantos segundos tome “Diarios de motocicleta”, basada en el libro “Notas de viaje” y me dispuse a verla por segunda vez. Soy de los que les gusta ver nuevamente una película que anteriormente me ha gustado mucho. Esta en especial me causa una gran sensación de nostalgia, no se porqué, pero el personaje que le da vida a un Ernesto Guevara en su juventud, me recuerda los muchos ideales que nos creamos en la mente de vez en cuando, aunque en ocasiones, sea el tiempo quien silenciosamente se las va llevando a nuestras espaldas. Esas firmes convicciones que pocas veces resultan prácticas, que son casi imposibles de seguir, pero que son valores tan profundamente humanos que resulta difícil no dejarse seducir por ellos.
En cuanto a la película extrañamente me gusta más la actuación de Rodrigo de la Serna que la de Gael, aunque me parece bastante buena. La película es guiada por una narración que me resulta agradable por romántica, refleja fielmente una violenta realidad que podemos encontrar reflejada en cualquier ciudad de México sin la necesidad de recorrer medio continente, en ocasiones basta con caminar algunas calles.
Tengo que decir también, que hubo cosas que no me gustaron, por ejemplo no me gusta el tinte heroico que se imprime con el cruce del río a media noche, por un momento me sentí en un filme gringo.
Muchas personas me han preguntado el motivo de mi fascinación por la vida de Ernesto Guevara, algunos creen que me resulta algo así como un héroe, pero nada está más alejado de la realidad. Existen tantos adjetivos atribuibles al buen Ernesto que resulta una labor infructuosa tratar de hacer un juicio de valor al respecto de su proceder: idealista, asesino, tirano, revolucionario, traidor, amigo y muchos otros no menos divergentes. Largas horas de charla se han gastado discutiendo si merece una corona de espinas o de rosas, cuando en realidad no es más que un simple mortal erigido como personaje de la humanidad, y por ese solo hecho no puede ser completamente bueno ni malo.
Lo que me resulta un poderoso y fascinante imán es la inquebrantable convicción de unos pocos seres humanos como él, que asumen un ideal y son capaces de llevar su convicción hasta las consecuencias que sean necesarias. Incluso a costa de la propia vida, incluso ante el peligro de corromperse a si mismo como le sucedió a Guevara.
Glorificar la vida de un hombre es una fuerte contradicción, pero reconocer el valor y la fuerza necesarios para utilizar la propia vida en pro de una idea es algo que la historia debería hacer más a menudo.
Tener valores y convicciones sobre la el actuar individual es una cosa, pero influir en el sentido de nuestro pensar sobre la humanidad es un gesto que requiere el abandono de la comodidad, para enfrascarse en una lucha que no ofrece garantías. Ante esta situación la mayoría decide seguir impactando sobre un espectro reducido al ámbito familiar y de las amistades, lo cual es loable por supuesto, pero sigue siendo una cruzada de menor envergadura.
Esa es la razón por la que personajes como Ernesto tienen mi completa admiración, no porque hayan sido héroes o villanos, buenos o malos, sino por la asombrosa convicción que los llevó a perseguir un ideal sin la certeza de un día poder alcanzarlo, pero con la certidumbre de que eso les costaría la propia vida. No por encontrar en el camino a la muerte, sino porque un camino monumentalmente difícil, frecuentemente hace perder la razón a los viajeros.

9/06/2006

Lunes de asueto

Debería estar especificado en a ley que todo trabajador que por salud mental haya decidido pasar un fin de semana fuera de la ciudad, tiene derecho a no ir a trabajar el lunes siguiente a la fecha del viaje (con goce de sueldo). ¿Quién apoya la moción?
El viaje al rancho resultó gratificante, para nadie es un secreto el enorme gusto que me causa el ver a mi familia. Sobre todo tratándose del día de mi cumpleaños.
Llegamos a mi casa desde el jueves, después de haber pasado por Puebla a un escondido y recóndito lugar llamado INAOEP.
El viaje transcurrió sin contratiempos aunque la neblina y la lluvia no se hicieron esperar, llegamos sanos y salvos por ahí de las 12 de la noche. El fin de semana transcurrió tranquilo entre cochinita pibil, cervezas y pastel de chocolate con relleno de durazno. El sábado anduvimos por costa esmeralda viendo posibles lugares para el casorio, todo muy bonito, pero una vez más se confirma que no se puede tener todo en un mismo lugar. El domingo llegó y apenas ayer nos dimos cuenta de que, al parecer, Filippo (un oso simpático y remendado que Gwendy cargaba en el coche) fue raptado en una de esas que abrimos el coche para que se ventilara. Que feo caso, ya ni a los vecinos respetan.
El lunes transité como un ente adormilado y cansado que se movía por pura inercia.
Ya repuesto del ajetreo del fin de semana, el martes comenzaron mis labores y ¡oh! sorpresa, le cambio de canal a la tele y veo al TRIFE mandando mucho a freír espárragos al peje-jito. No pude evitar sonreír, sobre todo cuando vi la pequeña diferencia de votos que le dio la ventaja a Calderón. Por un pelito de rana calva nos salvamos del macuspano. Tampoco confío ni de lejos en Calderón, es más ni siquiera podría apostar que no hubo mano negra. Pero cualquier cosa que haya sucedido, no nos debe importar a los ciudadanos en este momento. Lo único a lo que hay que estar atentos es a castigar con el voto a aquellas personas que obstaculicen las negociaciones para que las reformas pendientes salgan adelante. Definitivamente hay que mantenerse informado ya que en esa proporción mejorará la vida política, la indiferencia sobre el quehacer político no es la opción más adecuada para nadie.