Jugando a vivir

7/31/2006

Domingo en la playa

Todo iba muy bien... hasta que se acabaron las vacaciones. Y es que la semana que recién pasó estuve por enésima vez en mi rancho, disfrutando de la compañía de mis padres y hermana. Una felicidad que desde hace algún tiempo resulta incompleta ya que por un lado me llena de gozo su convivencia y por otro resuena silenciosa la ausencia de la gracia de mis días.

En realidad no necesitaba más tiempo, jugué, leí y reí bastante. A decir verdad también haraganee un poco. Dentro del balance las cosas buenas predominaron, como siempre que voy a mi refugio natural. Fuimos a la playa de paseo y “Domingo” (así se llama el segundo perro de la casa) conoció por primera vez el mar, se mostró un poco asustado al principio, pero no tardó en acostumbrarse, no tuvo que aprender a nadar, desde que nacen ya saben. La computadora de mi madre quedó 100% lista, sin virus ni actualizaciones faltantes, por primera vez gocé de lo práctica que resulta la instalación desatendida de Windows, te evita la flojera de estar seleccionando opciones y reiniciando mil veces, aunque al final es el mismo producto.

Comentando con mi madre sobre sus lecturas, escuché algo que fue música para mis oídos: “Creo que los artículos de Readers Digest están bajando de calidad”, dijo refiriéndose a la famosa revista que reciben mensualmente. Después de pensarlo un poco creo entender que la calidad de la revista seguramente es la misma, pero simplemente ya no le es suficiente. Historietas de héroes que rescatan viejitos de las llamas o niños enfermos desahuciados que se recuperan ya no le entretienen de igual manera que hace un par de años. No tengo nada en contra de la revista, incluso la considero buena para fomentar el hábito, pero con el tiempo su lectura se encuentra predecible y deja de entretener. Lo mejor de todo esto es que esa sensación de insatisfacción la llevará a leer otras cosas que, estoy seguro, redituaran positivamente en ella.

Anoche llegué agotado por el viaje, fue un tanto fastidioso ya que el autobús de Puebla a Cuernavaca no tenía luces de lectura y la película que proyectaban era una de las veinte mil aventuras de Jackie Chan. Al llegar, el panorama se mejoró, fui recibido por una hermosa sonrisa y Chan se quedó en el autobús.

7/17/2006

Lunes

Nunca he sabido la razón por la que son tan difíciles los lunes, quizá sea uno de los tantos misterios de la humanidad. Lo cierto es que se respira un aire más denso que el normal y el oxígeno se niega a alimentar al cerebro de manera eficiente. Aún así la mañana ha sido productiva, he organizado las cosas que tengo que hacer en la semana, documenté un pequeño programa que voy a realizar y contesté un par de correos. Ahora me dispongo a leer las elucubraciones literarias de un buen amigo y a añadir una entrada más a este ejercicio terapéutico llamado blog. El fin de semana no fue menos entretenido, por azares del destino conocí el Instituto de Matemáticas de la UNAM unidad Cuernavaca, se encuentra muy cerca de la Universidad Autónoma de Morelos por lo que no fue difícil encontrarlo. Me sorprendió saber que hay cerca de cuarenta doctores metidos ahí, todos matemáticos de diferentes vertientes. Sus instalaciones se cuecen aparte, tienen una “palapa playera” bastante grande al aire libre con un montón de sillas de plástico y tres pizarrones de tiza, de los tradicionales; ese es su auditorio. A unos diez metros hay otra palapa más chica con techo de palma, al aire libre también, pero esta con mesas y sillas, no es la cafetería, es un salón de clases, así sin ningún otro recurso. Da la apariencia de ser un lugar acondicionado especialmente para la comodidad de los investigadores a su muy peculiar gusto. Después de pensarlo un poco me di cuenta que tienen eso porque no necesitan nada más. Para un matemático no hay nada mejor que un lugar tranquilo, una pizarra y kilos de gises para perderse entre demostraciones analíticas, geometrías no euclidianas, teoría de conjuntos y demás. Lo más impresionante y hermoso del lugar es el silencio, un silencio sepulcral que le permite a uno escuchar hasta la propia respiración. El instituto no está cerca de ninguna calle transitada y el canto de los pájaros es lo único que llega a escucharse de vez en cuando. Es el sitio no imaginario más cercano a lo que muchas veces he imaginado como el lugar ideal de trabajo. Que afortunada la gente que trabaja ahí.
El domingo en la mañana avance en la lectura de una novela llamada “El códice” de Douglas Preston, inmediatamente me atrapó, no es ninguna genialidad literaria, pero es en extremo divertida, narra una historia llena de aventuras en la que tres hermanos se embarcan en una expedición a través de la jungla centroamericana debido a que su millonario padre tuvo la irónica “genialidad” de hacerse enterrar junto con todas sus posesiones. Esto orilla a los hermanos a ir en busca de su herencia a uno de los lugares más recónditos y peligrosos del planeta. Ya casi la termino, muy recomendable para dejar escapar una mañana.
Luego fui a ver Superman, en dos palabras: “esperaba más”, del montón de gringaderas que nos venden Superman siempre me ha gustado. Me hice aficionado a la serie Smallville y en la comparación la película sale perdiendo. Quizá no es justa la comparación pero creo que una vez más los efectos especiales aparecen como protagonistas aún cuando se ha comprobado que su capacidad histriónica es muy limitada. A causa de tanto maquillaje Superman parecía muñeco de cera y más que un portento masculino parecía que en cualquier momento sacaría sus mascarillas y cremas de noche.

7/14/2006

Hermosas las Catalinas

Dar vuelta a la última página de un libro que ha encantado tus emociones es un hecho melancólico y emocionante a la vez. “Arráncame la vida” se me terminó, se me escurrió de las manos, se fue dejándome a cambio de cada página una sonrisa o una evocación. Y es que el impacto de lo que uno lee depende de las cosas que se han vivido. Hay libros que nos caen en las manos como si hubiera estado previsto que así sucediera. Durante algunos días conviví con Catalina y Andrés Ascencio, los personajes principales de la novela. Fui testigo de la transformación de Catalina, desde la ignorancia de su propia fortaleza, pasando por el aprendizaje que ofrecen los errores, hasta su rebeldía ante los obstáculos y su renuencia a aceptar solo las migajas que le iba racionando la vida. Las mujeres como Catalina son hermosas, nacen con un brillo diferente en los ojos, crecen y se descubren incapaces de amoldarse a lo tradicional, a lo parco, son inquietas y rebeldes. No se niegan por ningún motivo el derecho a equivocarse haciéndolo estrepitosamente porque siempre caminan en el borde de las emociones. Buscan siempre la confirmación de una identidad que las defina como mujeres únicas y dueñas de su destino. En “Arráncame la vida” Ángeles Mastretta narra con renovada frescura la historia de Catalina en medio del clima posrevolucionario de los años treinta. Hace tiempo leí a sus “Mujeres de ojos grandes” y este otro libro también me ha dejado un buen sabor de boca.

7/10/2006

De la polaca y sus asperezas

Si alguien le preguntara a cantinflas sobre su postura política en términos de nuestra situación actual, el muy burlón probablemente diría:
“Pues mira chato, yo tomé la alternativa en alianza con mi voto, de tener las manos limpias para que te vaya muy bien y por el bien de todos”.
Algunos de manera singular, otros de manera más burda, pero es generalizado el desprecio por todo aquello que venga de la política. Y no quiero decir que esta indiferencia aflore sin razón, pero es muy importante estar al pendiente y juzgar desde nuestro particular punto de vista.
La democracia nos exige un juicio a través de un voto por lo que la información de que se disponga es de vital importancia. Cualquiera que escriba o lea sobre política quizá estará de acuerdo en que los libros, artículos, columnas y demás emisiones al respecto del tema, casi siempre vociferan elucubraciones interminables de monserga política que resulta ininteligible para las masas. (Y que conste que esta última oración se elaboró para ser prueba fiel de si misma)
¿Qué podemos hacer para formarnos un criterio entonces? He aquí algunas cuestiones que creo observar y que podrían resultar útiles.

Por principio básico y elemental no se puede confiar en la televisión, ¡no!, lo siento, de verdad no se puede (perdón si rompo con la ilusión de alguien).
La información como tal es un espécimen raro de encontrar, normalmente va acompañada de una visión, sesgo o análisis subjetivo, hay que ser críticos y analíticos nosotros mismos también.
Los partidos políticos se empeñarán en hacer creer a las personas que son como un equipo de fútbol, del que se tienen que poner la camiseta y al que habrán de apoyar toda la vida. Ojo, lo que debemos defender es el punto de vista, no los colores de un partido.
En política no hay negros ni blancos, solo tonos de grises, hay que descartar de entrada todo lo que nos vendan como blanco ó negro.
Por último hay que hacer uso de la memoria y recordar situaciones similares del pasado, la política rara vez inventa cosas nuevas, ha observado los mismos fenómenos, patrones y comportamientos desde hace siglos.
Cuando tengas que tomar la decisión del voto hazlo en términos de juicios propios y no basado en los de alguien más (por muy convincentes que parezcan)
Y por último, quejarse acerca de la política no libera al quejoso de la responsabilidad de participar, se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Poner un poquito de atención a lo que pasa es la única manera de poco a poco ir limpiando de parásitos la clase política que hoy día está tan falta de clase.

7/04/2006

Caminos de tierra

La semana pasada estuvo muy ajetreada, la actividad rupestre cesó por el momento y era hora de tomar un descanso. Agarramos nuestros morrales, los llenamos de triques y nos montamos en el coche para salir rumbo a la costa, tenía un buen tiempo que no veía a mis padres así que decidimos caerles el fin de semana.
Llegamos a eso de las 10 de la noche a Martínez de la Torre y el recibimiento fue más que efusivo, tanto de mis padres como de “Rocky” y “Domingo” (los perros de la casa).
Al llegar nos topamos con la noticia de que habría fiesta al día siguiente. Sería en un rancho al que mi papá se refirió como “un rancho que está por Santa Cruz, cerca de Misantla”. No indagamos más al respecto y asumimos que estaba cerca de algo.
Al otro día nos dimos cuenta que el rancho no tenia nada de “santo” y mucho menos de “cerca”. En realidad el pueblo de llama Morelos y para llegar a él hay que recorrer 40 minutos sobre la carretera a Xalapa para después entrarle a un camino de tierra otra media hora a “vuelta de rueda”, se cruzan pueblos, potreros, dos ríos, en el camino se pueden observar parcelas de cultivo, caballos y hasta vacas en tránsito. Finalmente llegas a donde da vuelta el aire y ahí es Morelos.
Resulta que el hermano de un compadre de mi papá se ordenó sacerdote y el motivo de la fiesta era que oficiaría su primera misa en el pueblo que lo vio nacer. Por eso no nos extrañó que al llegar al pueblo toda la gente se encontrara reunida en la entrada, extendiendo una cuerda que bloqueaba el camino y que tenía un trapo rojo amarrado en el centro; yo pensé: “¿será que llega un sacerdote o estarán esperando al ganador de alguna carrera?”.
Para quienes no conocen de cerca las costumbres de las zonas rurales de este país, déjenme contarles que el surgimiento de un sacerdote de una comunidad rural es uno de los más grandes motivos de fiesta y felicidad para ellos. Dicho lo anterior no nos resultó raro encontrar a la clásica banda de tambora y platillos, sin olvidar al señor que utiliza las trancas de los potreros para colocar los “cuetes”, en espera de la llegada del “padrecito”.
Bueno, no fue nuevo para mí, pero Gwendy observaba con la incredulidad de quien ve una de esas películas de Pedro Infante hechas realidad.
El susodicho no se hizo esperar mucho tiempo y por fin llegó, se apeó del coche en el que lo habían traído y recibió sendos abrazos y felicitaciones de quienes supongo eran las autoridades del pueblo, la banda se arrancó con su mejor tonada de “tachun-tachun” y los “cuetes” comenzaron a tronar al tiempo que la gente le abría paso y lo seguía hasta la iglesia del pueblo.
Al ver aquel pueblo uno podría haber esperado una iglesia chiquita y modesta pero para mi sorpresa resultó ser bastante grande y bien equipada, creo que la gente de los rancho no escatima un solo peso a la hora de levantar sus iglesias.
Al terminar la misa vino el jolgorio y la comida comenzó a fluir por montones, no nos quedamos mucho tiempo ya que queríamos pasar a visitar a mi abuelita, a quien le dio mucho gusto la sorpresa de nuestra llegada, por eso siempre que voy trato de ir a verla, le tengo un enorme cariño.
En resumen un día entretenido que me hizo recordar muchas de las cosas buenas que tiene la gente del rancho. En cuanto al nuevo sacerdote no dudo de su vocación ya que fueron diez años de preparación, solo espero que pueda resistirse a la tentación de caer en el típico sermón sin sentido y conserve la frescura que dejó ver el sábado frente a su gente. En los ojos de mi padre vi la emoción de regresar al medio en el que nació y creció, lo vi contento y eso nos hizo el día a todos.