Jugando a vivir

2/28/2006

Noches poblanas

El fin de semana pasado, nuevamente me encontré el Puebla, resulta que el doctor que operó recientemente a mi mamá la citó para una revisión de rutina. Ni tardo ni perezoso tomé un par de trapos y me dispuse a viajar un par de horas para ir a saludarlos. Según el matasanos la evolución ha sido favorable y aunque faltan varias cosas por hacer: medicinas, ejercicios y demás, el panorama es alentador. Cerca de las 3 de la tarde nos registramos en un hotel del centro y comimos porque mi papá ya se mordía el rabo de hambre.
Mientras ellos descansaban un poco, yo salí a dar una vuelta en búsqueda de algo que hacer en la noche, mi mamá andaba con buen ánimo y no quería quedarse en el hotel encerrada. Después de caminar varias cuadras las opciones eran tres: la primera, una obra de teatro estudiantil de buen semblante: “Retratos de mi madre”, la segunda, otra obra cuyo nombre no recuerdo pero que a todas luces se veía algo densa, ya saben, cuestiones conceptuales en las que hay que atender a la intención del autor y la corriente a la que pertenezcan, definitivamente no era buen idea someter a mis papás a semejante travesía, ellos solo querían divertirse. La tercera opción era un espectáculo en casa de cultura en el que, según el tríptico, se combinaban: teatro, danza y música, el título: “Noches Poblanas”.
Nos decidimos por la tercera opción, que aunque no era la que más me emocionaba, pensé que sería la que más les agradaría a ellos. El marco era impecable: sillas alrededor del patio central perfectamente acomodadas, iluminación propia del evento, un buen equipo de sonido y, en contraste, solo dos personas sentadas a menos de quince minutos de comenzar el espectáculo. Pasamos por alto esto último y nos sentamos junto a ellos, digo, había que “hacer montón”. Sorpresivamente, faltando pocos minutos para comenzar, llegó un buen número de personas, “sabrá dios” de donde.
De repente, salió un hombre a escena, con música prehispánica de fondo represento a manera de monólogo, las costumbres e idiosincrasia de los habitantes del valle de puebla de aquella época. Acto seguido, un conjunto de bailarines envueltos en elaborados trajes típicos sorprendió a todo mundo, no solo por su habilidad, sino por el exquisito sentido artístico reflejado en sus evoluciones. Podía adivinarse la existencia de una excelente dirección artística que seguramente los respaldaba. He de confesar que el folclore nunca ha sido algo muy de mi agrado, pero me doy cuenta que se debe a que lo que uno ve normalmente son “bailables escolares” o estampas pobremente articuladas que no llegan a impactar en el espectador. Esta gente sabía lo que hacía y lo hacía de maravilla, la mayoría de los bailarines eran adolescentes, pero su actitud y prestancia distaban mucho de las caras renuentes y apenadas que uno acostumbra ver.
Mis papás, emocionados, lograban identificar una que otra pieza musical, y hacían uno que otro comentario, la segunda parte del espectáculo cumplió con el mismo tenor, pero ahora de la época de la colonia, donde bailaron un vals ataviados con elegantes vestidos de la época.
La tercera parte fue acerca de la sociedad poblana de principios de siglo, siempre comenzando con un monólogo al respecto, en el que se mezclaba la prosa con unos cuantos versos que supongo extraídos de las hojas de algunos escritores poblanos. Incluso el humor y la picardía tuvieron cabida.
Al final el público de fue complacido, entre ellos mis papás. Más tarde comentábamos que aunque es un rasgo del mexicano enorgullecerse de la región a la que pertenece, son muy pocos quienes realmente se ocupan de conocer un poco las raíces de aquello que tanto orgullo les causa.Los rasgos de carácter, creencias, y costumbres de los habitantes de una región, tienen orígenes asociados a un sin numero de factores. La buena noticia es que siempre habrá espectáculos como este que le faciliten a uno las cosas. Ampliamente recomendable para poblanos y gente que visite Puebla
.

2/20/2006

Angelito rebelde

Amanece y se despierta,
en la oscuridad de sus miedos
que se ocultan tras la puerta,
acechando sus desvelos.

Se levanta y sin mirar camina,
descalza sobre las espinas,
de una realidad que no acepta,
que no quiere, que no respeta.

Por eso se revela y grita,
al abrir sus ojos adormilados,
esos ojos que al mirar agitan,
hasta el corazón más desolado.

La vida ha sido despiadada,
y le ha golpeado mil veces
sin saber que su espíritu crece
con cada lágrima derramada.

Pero ni los golpes ni el dolor
han borrado su sonrisa,
la que llena mi vida de amor,
la que nubla mis ojos con su brisa.

Le han subestimado por olvido,
le he subestimado yo también,
y cada vez con más firmeza,
nos enmudece con su fuerza,
porque olvidamos que está de pie,
cuando cualquier otro estaría vencido.

¡Que dichoso ha sido mi existir!,
sin importa lo que venga delante,
si por bendición he recibido vivir,
en sus brazos la eternidad de un instante.

Este placer inmerecido que ahora siento,
no podía quedarse atrapado entre mis labios,
es por eso que en sus tibias manos,
pongo lo que me arranqué de adentro,
porque nada puedo darle que no tenga,
más que dos palabras y unos cuantos versos.

2/13/2006

Impaciencia

13 de Febrero y una semana más que comienza, muchas cosas han pasado pero son más las que se niegan a moverse. Para variar sigo en espera, lo cual ya es bastante desgastante en si mismo, de cualquier forma la espera llegará a su fin pronto, al menos eso espero.
Hoy me siento apático, sin mucho ánimo, incluso mis manos se niegan a mover sus dedos para escribir algo más o menos decente. Espero que cerca del medio día todo cambie, a esa hora es mi clase de dibujo y pintura. Normalmente resulta terapéutica así que no todo está perdido. El miércoles pasado hice mi primer dibujo con carboncillo, es realmente muy gratificante la sola sensación del carboncillo al deslizarse sobre la superficie de papel, el carboncillo no corre con facilidad por lo que se tiene un mayor control del trazo, cosa muy útil para manos nerviosas como las mías. El olor es otro de los incentivos, y no me refiero al olor del fijador para carboncillo, que es en serio “estimulante”, sino al aroma que desprende el carboncillo mientras lo utilizas; es algo muy tenue, casi imperceptible, pero si te acercas un poco lo llegas a distinguir.
El fin de semana no fue muy productivo, aunque si fue bastante relajante, me propuse terminar de leer el libro en curso: “Los siete pecados capitales” de Savater y hacer varios dibujos que he tenido en la mente desde hace varios días. Resultado: no hice ni una cosa ni la otra, a cambio de ello fui al cine a ver Munich; tengo que decir que a pesar de ser admirador de Spielberg, la película no me gustó. Había mucha tela de donde cortar: profundizar en las diferencias ideológicas de los grupos extremistas, legitimar aspiraciones revolucionarias por encima de cuestiones morales, no se, muchas líneas de las cuales ninguna se desarrolla del todo. Al final me queda el mal sabor de boca de ver a un héroe gringo cualquiera, solo que de otra nacionalidad.
Esta semana traerá cosas buenas, así lo espero, y que conste que será una espera activa, son las que me provocan el menor grado de impaciencia. Por lo pronto, dar clases me ha sentado bien, definitivamente es una actividad que me agrada. Por cierto ya es hora…

2/07/2006

De ida y vuelta

Aprovechando el “puente”, el fin de semana pasado nos fuimos a la cuatro veces heroica ciudad de Martínez de la Torre, a los que no saben la razón del heroísmo de esta pequeña ciudad de apenas 250,000 habitantes, déjenme contarles que aunque nunca ha defendido una invasión o ganado alguna batalla importante, ha soportado el embate de la naturaleza en cuatro ocasiones: severas inundaciones que han dejado incomunicada e inhabilitada a la ciudad, y aún sigue en pie.
El sábado una vez terminada su clase, pasé por Gwendy y nos pusimos en camino. Contrario a lo esperado la carretera no estaba tan llena como podría esperarse, incluso cerca de Cuautla nos dimos tiempo de comprar un par de ramos de flores de singular colorido para mi madre y mi abuelita. Al anochecer llegamos al rancho y los primeros en salir a recibirnos fueron Rocky y Domingo, haciendo un gran alboroto, como si sus ladridos fueran capaces de disimular su inofensiva apariencia; un par de poodle’s causan todo excepto miedo. El camino fue largo así que lo primero después de saludar a la familia fue devorar todo lo que mi madre nos puso en la mesa; literalmente como niños de hospicio. Enseguida me pusieron al tanto de todas las nuevas noticias de la familia: que si fulanita nació, que si sutanito se casó, que si perenganita ya enviudó, cosas así.
Extrañamente hacía bastante frío, así que tuve que olvidar la idea de dormir en hamaca y me acomodé en uno de los sillones de la sala. Estaba rendido por el cansancio y aunque de entrada el sillón no se veía muy cómodo, solo fue cosa de poner la cabeza en la almohada y en menos de 2 minutos: ¡a soñar se ha dicho!
Al día siguiente, temprano, muy temprano, a las 8:00 de la madrugada, cuando por ser domingo solo los animalitos de la creación están despiertos: ¡a levantarse de la cama para ir a misa!, cabe aclarar que esta es una costumbre familiar, una especie de rito de los domingos: ir a misa para después ir a desayunar, aunque esta vez más que nunca me pregunté de donde salió semejante costumbre. Y que conste que no me quejo, lo hago con mucho gusto, no veo muy seguido a mi familia y no viajé tanto para encerrarme a dormir, además me la paso muy bien, claro, una vez que logro despertarme.
A medio día fuimos a comer, mi papá invitó los mariscos para celebrar que a mi madre la ascendieron de categoría en su trabajo; ella es maestra de primaria y aún después de treinta y cuatro años de servicio aún sigue preparándose, presentando exámenes y asistiendo a cursos; con todo y que su rodilla está un poco chuequita; este año consiguió el número de puntos requeridos para el ascenso y no es la primer vez; siempre la he admirado por eso, aunque más que admirable considero el haber lidiado durante ese mismo número de años con grupos de primer y segundo grado, ¡ah!, y además haciéndolo con gusto.
Comimos rico y definitivamente pasamos un rato muy agradable platicando y riendo. Últimamente he descubierto la razón de que mi hermana y yo podamos llevarnos tan bien con papá y mamá: todo se reduce a que nos tratan con respeto, como a personas adultas (aunque no lo somos tanto), escuchando lo que decimos sin imponer sus propias opiniones y sin descartar las nuestras por faltarnos experiencia. No nos tratan como si fuéramos compadres o camaradas de la escuela, solo son un par de personas que han aprendido a divertirse con las ocurrencias de las pulgas saltarinas que han tenido por hijos.
El lunes había que regresar, pero antes pasamos a visitar a mi abuelita, últimamente no se ha sentido muy bien y la visita de sus nietos siempre es motivo de alegría para ella. Ayer mientras regresábamos a Cuernavaca, Gwendy y yo descubrimos que los abuelos no cuentan las mismas cosas varias veces por tener mala memoria, lo hacen porque su sensibilidad es tan frágil que cada vez que lo cuentan les causa la misma alegría que cuando la primera vez.Hoy estamos de regreso en Cuernavaca, con la esperanza de verlos pronto y gozar nuevamente de enorme placer de su compañía.