Noches poblanas
El fin de semana pasado, nuevamente me encontré el Puebla, resulta que el doctor que operó recientemente a mi mamá la citó para una revisión de rutina. Ni tardo ni perezoso tomé un par de trapos y me dispuse a viajar un par de horas para ir a saludarlos. Según el matasanos la evolución ha sido favorable y aunque faltan varias cosas por hacer: medicinas, ejercicios y demás, el panorama es alentador. Cerca de las 3 de la tarde nos registramos en un hotel del centro y comimos porque mi papá ya se mordía el rabo de hambre.
Mientras ellos descansaban un poco, yo salí a dar una vuelta en búsqueda de algo que hacer en la noche, mi mamá andaba con buen ánimo y no quería quedarse en el hotel encerrada. Después de caminar varias cuadras las opciones eran tres: la primera, una obra de teatro estudiantil de buen semblante: “Retratos de mi madre”, la segunda, otra obra cuyo nombre no recuerdo pero que a todas luces se veía algo densa, ya saben, cuestiones conceptuales en las que hay que atender a la intención del autor y la corriente a la que pertenezcan, definitivamente no era buen idea someter a mis papás a semejante travesía, ellos solo querían divertirse. La tercera opción era un espectáculo en casa de cultura en el que, según el tríptico, se combinaban: teatro, danza y música, el título: “Noches Poblanas”.
Nos decidimos por la tercera opción, que aunque no era la que más me emocionaba, pensé que sería la que más les agradaría a ellos. El marco era impecable: sillas alrededor del patio central perfectamente acomodadas, iluminación propia del evento, un buen equipo de sonido y, en contraste, solo dos personas sentadas a menos de quince minutos de comenzar el espectáculo. Pasamos por alto esto último y nos sentamos junto a ellos, digo, había que “hacer montón”. Sorpresivamente, faltando pocos minutos para comenzar, llegó un buen número de personas, “sabrá dios” de donde.
De repente, salió un hombre a escena, con música prehispánica de fondo represento a manera de monólogo, las costumbres e idiosincrasia de los habitantes del valle de puebla de aquella época. Acto seguido, un conjunto de bailarines envueltos en elaborados trajes típicos sorprendió a todo mundo, no solo por su habilidad, sino por el exquisito sentido artístico reflejado en sus evoluciones. Podía adivinarse la existencia de una excelente dirección artística que seguramente los respaldaba. He de confesar que el folclore nunca ha sido algo muy de mi agrado, pero me doy cuenta que se debe a que lo que uno ve normalmente son “bailables escolares” o estampas pobremente articuladas que no llegan a impactar en el espectador. Esta gente sabía lo que hacía y lo hacía de maravilla, la mayoría de los bailarines eran adolescentes, pero su actitud y prestancia distaban mucho de las caras renuentes y apenadas que uno acostumbra ver.
Mis papás, emocionados, lograban identificar una que otra pieza musical, y hacían uno que otro comentario, la segunda parte del espectáculo cumplió con el mismo tenor, pero ahora de la época de la colonia, donde bailaron un vals ataviados con elegantes vestidos de la época.
La tercera parte fue acerca de la sociedad poblana de principios de siglo, siempre comenzando con un monólogo al respecto, en el que se mezclaba la prosa con unos cuantos versos que supongo extraídos de las hojas de algunos escritores poblanos. Incluso el humor y la picardía tuvieron cabida.
Al final el público de fue complacido, entre ellos mis papás. Más tarde comentábamos que aunque es un rasgo del mexicano enorgullecerse de la región a la que pertenece, son muy pocos quienes realmente se ocupan de conocer un poco las raíces de aquello que tanto orgullo les causa.Los rasgos de carácter, creencias, y costumbres de los habitantes de una región, tienen orígenes asociados a un sin numero de factores. La buena noticia es que siempre habrá espectáculos como este que le faciliten a uno las cosas. Ampliamente recomendable para poblanos y gente que visite Puebla.
Mientras ellos descansaban un poco, yo salí a dar una vuelta en búsqueda de algo que hacer en la noche, mi mamá andaba con buen ánimo y no quería quedarse en el hotel encerrada. Después de caminar varias cuadras las opciones eran tres: la primera, una obra de teatro estudiantil de buen semblante: “Retratos de mi madre”, la segunda, otra obra cuyo nombre no recuerdo pero que a todas luces se veía algo densa, ya saben, cuestiones conceptuales en las que hay que atender a la intención del autor y la corriente a la que pertenezcan, definitivamente no era buen idea someter a mis papás a semejante travesía, ellos solo querían divertirse. La tercera opción era un espectáculo en casa de cultura en el que, según el tríptico, se combinaban: teatro, danza y música, el título: “Noches Poblanas”.
Nos decidimos por la tercera opción, que aunque no era la que más me emocionaba, pensé que sería la que más les agradaría a ellos. El marco era impecable: sillas alrededor del patio central perfectamente acomodadas, iluminación propia del evento, un buen equipo de sonido y, en contraste, solo dos personas sentadas a menos de quince minutos de comenzar el espectáculo. Pasamos por alto esto último y nos sentamos junto a ellos, digo, había que “hacer montón”. Sorpresivamente, faltando pocos minutos para comenzar, llegó un buen número de personas, “sabrá dios” de donde.
De repente, salió un hombre a escena, con música prehispánica de fondo represento a manera de monólogo, las costumbres e idiosincrasia de los habitantes del valle de puebla de aquella época. Acto seguido, un conjunto de bailarines envueltos en elaborados trajes típicos sorprendió a todo mundo, no solo por su habilidad, sino por el exquisito sentido artístico reflejado en sus evoluciones. Podía adivinarse la existencia de una excelente dirección artística que seguramente los respaldaba. He de confesar que el folclore nunca ha sido algo muy de mi agrado, pero me doy cuenta que se debe a que lo que uno ve normalmente son “bailables escolares” o estampas pobremente articuladas que no llegan a impactar en el espectador. Esta gente sabía lo que hacía y lo hacía de maravilla, la mayoría de los bailarines eran adolescentes, pero su actitud y prestancia distaban mucho de las caras renuentes y apenadas que uno acostumbra ver.
Mis papás, emocionados, lograban identificar una que otra pieza musical, y hacían uno que otro comentario, la segunda parte del espectáculo cumplió con el mismo tenor, pero ahora de la época de la colonia, donde bailaron un vals ataviados con elegantes vestidos de la época.
La tercera parte fue acerca de la sociedad poblana de principios de siglo, siempre comenzando con un monólogo al respecto, en el que se mezclaba la prosa con unos cuantos versos que supongo extraídos de las hojas de algunos escritores poblanos. Incluso el humor y la picardía tuvieron cabida.
Al final el público de fue complacido, entre ellos mis papás. Más tarde comentábamos que aunque es un rasgo del mexicano enorgullecerse de la región a la que pertenece, son muy pocos quienes realmente se ocupan de conocer un poco las raíces de aquello que tanto orgullo les causa.Los rasgos de carácter, creencias, y costumbres de los habitantes de una región, tienen orígenes asociados a un sin numero de factores. La buena noticia es que siempre habrá espectáculos como este que le faciliten a uno las cosas. Ampliamente recomendable para poblanos y gente que visite Puebla.